Jesús y la Misión de Amor: Reflexión sobre Lucas 13,31-35
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,31-35):
En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: «Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término.» Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: «Bendito el que viene en nombre del Señor.»»Palabra del Señor.
El Valor de la Misión en la Adversidad:
En el pasaje de san Lucas, Jesús nos revela su determinación y amor hacia su misión, pese a las advertencias y peligros que enfrenta. Este relato nos llama a reflexionar sobre la fortaleza necesaria para continuar en nuestras propias misiones de vida, incluso cuando se presentan dificultades. En la vida diaria, al igual que en la labor en la comunidad y en la parroquia, encontramos obstáculos que nos desafían y, en ocasiones, desvían nuestra atención. Jesús, sin embargo, se enfoca en su propósito y nos inspira a mantener el rumbo, recordándonos que lo importante es perseverar en nuestra labor, confiando en que nuestro esfuerzo tiene sentido.
La Profundidad de la Misericordia Divina:
Cuando Jesús llora por Jerusalén, muestra una compasión inmensa hacia aquellos que aún no han aceptado su mensaje. Este gesto no solo nos invita a reflexionar sobre su infinita misericordia, sino también a comprender que nuestra labor, como sus seguidores, implica paciencia y comprensión con quienes aún no ven la luz de la fe. En nuestras actividades apostólicas y parroquiales, encontramos a personas que necesitan más tiempo y apoyo, y que requieren nuestra compasión. Este ejemplo de Jesús nos guía a actuar con amor genuino y sin juicios, extendiendo nuestras manos a aquellos que necesitan redescubrir el camino.
Persistencia en la Fe Ante las Dificultades:
Jesús continúa su misión sin detenerse, aunque sabe que su camino no será fácil. Nos muestra cómo mantenernos firmes en nuestra fe, incluso cuando sentimos que nuestras labores y esfuerzos no siempre dan frutos visibles. En los movimientos apostólicos y en la comunidad, este mensaje nos inspira a no desalentarnos, sino a recordar que los resultados muchas veces escapan a nuestra vista inmediata. Confiemos en que Dios trabaja silenciosamente y que nuestra entrega y constancia serán recompensadas en su debido momento.
La Importancia de la Comunidad en el Camino Espiritual:
El mensaje de este pasaje también nos recuerda la importancia de la comunidad. Jesús se dirige a Jerusalén, no para buscar gloria, sino para cumplir su misión de amor. De igual manera, nuestra fe encuentra su sentido más profundo en la vida comunitaria, ya sea en el hogar, la parroquia o el trabajo en apostolado. A través de la comunidad, aprendemos a vernos como hermanos y hermanas, fortalecidos por el apoyo mutuo y guiados hacia un mismo fin. Esta unidad es vital para sostenernos en la fe, especialmente en los momentos en que las pruebas nos desgastan.
Un Llamado a la Conversión Interior:
Finalmente, Jesús nos invita a una reflexión interior. Aunque llora por Jerusalén, su mensaje es para todos nosotros. Nos llama a revisar nuestros corazones y nuestra entrega diaria. ¿Qué aspectos de nuestra vida necesitan un cambio? ¿De qué maneras podemos acercarnos más a Dios y su mensaje de amor? Esta llamada a la conversión es una invitación continua a crecer y transformar nuestra vida, permitiendo que su presencia ilumine cada aspecto de nuestro caminar.
Meditación Diaria:
“Jerusalén, Jerusalén…” Así llora Jesús, no con reproche, sino con una tristeza que nos confronta en nuestra indiferencia y nos invita a mirar la vida con ojos de compasión y compromiso. Hoy, en medio de nuestras ocupaciones, quizás nos falte la paciencia o incluso el ánimo. En esos momentos, miremos el rostro de Jesús que, sin importar las dificultades, siguió caminando por amor a todos nosotros. Su ejemplo nos invita a avanzar, con confianza, a no perdernos en nuestros propios problemas, sino a abrir el corazón y la mirada a quienes nos rodean. Que en cada paso, podamos ser testigos de su amor y de su misión de paz, actuando con compasión y siendo luz para aquellos que la necesitan. Que el día de hoy, su misericordia sea nuestra inspiración para servir y transformar nuestro entorno.