¿Quién es Cristo para ti? Un llamado a la reflexión personal
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,18-22):
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»Palabra del Señor.
El reconocimiento de Cristo en nuestras vidas:
En el Evangelio de hoy, Jesús pregunta a sus discípulos, «¿Quién dice la gente que soy yo?». Esta pregunta es una invitación a la reflexión sobre nuestra relación personal con Cristo. El mundo tiene muchas opiniones sobre quién es Jesús, pero lo más importante es la respuesta que damos desde nuestro corazón. En nuestra vida diaria, esta pregunta nos desafía a reconocer a Cristo no solo como una figura histórica, sino como el Salvador presente en cada una de nuestras acciones. Reconocerlo nos lleva a un compromiso más profundo, especialmente en el servicio y amor hacia los demás.
La confesión de Pedro:
Pedro, inspirado por el Espíritu, declara: «Tú eres el Mesías de Dios». Esta confesión es un acto de fe y valentía, y también un modelo para nosotros. Al igual que Pedro, estamos llamados a confesar nuestra fe en momentos de incertidumbre o adversidad. Ya sea en el trabajo parroquial, en los movimientos apostólicos o en el servicio comunitario, esta confesión nos impulsa a vivir de acuerdo con los valores del Evangelio, recordando siempre que no estamos solos. Dios nos guía en cada paso.
La misión del discípulo:
Jesús advierte a sus discípulos que su misión implicará sufrimiento y sacrificio. Esta enseñanza nos recuerda que seguir a Cristo no siempre es fácil. En el contexto de nuestras vidas cotidianas, esto puede significar enfrentar desafíos, incomprensiones o dificultades en el trabajo pastoral. Sin embargo, el llamado a seguir a Jesús incluye aceptar la cruz con amor. En los movimientos apostólicos, esta disposición al sacrificio nos fortalece para dar testimonio y servir con un corazón lleno de esperanza y fe.
El valor del sufrimiento:
Jesús anuncia su pasión y muerte, pero también su resurrección. En nuestra vida diaria, muchas veces nos enfrentamos a momentos de dolor y pérdida. Sin embargo, el sufrimiento no es el final, sino un paso hacia la redención. Cada prueba es una oportunidad para crecer en nuestra fe y depender más de Dios. En la parroquia y los movimientos apostólicos, cuando experimentamos dificultades, podemos recordar que la resurrección es la promesa que nos sostiene. No estamos llamados a permanecer en la oscuridad, sino a caminar hacia la luz.
Nuestra respuesta personal:
Al final, la pregunta «¿Quién dices que soy yo?» sigue resonando en nuestros corazones. No basta con conocer a Cristo a nivel intelectual; es necesario vivir como verdaderos discípulos. Nuestra respuesta personal implica un cambio de vida, una entrega total y una búsqueda constante de la voluntad de Dios. En nuestro trabajo en la parroquia y en los movimientos apostólicos, cada acción debe ser un reflejo de esta respuesta. Vivir el Evangelio no es una tarea para un solo día, sino para toda la vida.