La Familia Espiritual en el Evangelio de Lucas
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,1-6):
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes.Palabra del Señor.
La verdadera familia de Cristo:
En el Evangelio de san Lucas (8,19-21), Jesús responde a aquellos que le informan que su madre y sus hermanos lo buscan. En vez de salir corriendo a su encuentro, Jesús aprovecha el momento para ofrecer una enseñanza profunda: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica.” Esta afirmación no minimiza el amor y respeto que Cristo tiene por su madre o familiares, sino que amplía el concepto de familia espiritual. Aquí, se nos invita a ser parte de la familia de Dios, no solo por los lazos de sangre, sino por nuestra respuesta activa a su Palabra.
Poner en práctica la Palabra:
Jesús nos llama a una acción concreta: oír y poner en práctica la Palabra de Dios. En la vida diaria, este mandato puede ser desafiante, ya que no basta con escuchar el mensaje del Evangelio los domingos en la misa; requiere de una disposición constante para vivir según los principios que Jesús nos enseñó. El desafío es llevar esa Palabra al trabajo, al hogar, y a las comunidades apostólicas, siendo testimonio vivo de su amor. Cada vez que tratamos al prójimo con bondad, que luchamos por la justicia o que perdonamos una ofensa, estamos encarnando la Palabra de Dios.
La Palabra que transforma:
La Palabra de Dios tiene el poder de transformar vidas, pero para que ese poder se manifieste, necesitamos escucharla con atención y disposición. En la parroquia, podemos facilitar espacios donde los fieles puedan reflexionar y comprender más profundamente las enseñanzas de Cristo. Grupos de estudio bíblico, retiros espirituales y otros movimientos apostólicos pueden ser lugares donde la Palabra eche raíces en los corazones de los participantes, transformando su vida diaria y su interacción con los demás. La transformación comienza con la escucha activa y se concretiza en las acciones cotidianas.
Una comunidad al servicio:
En la comunidad parroquial, esta enseñanza de Jesús se convierte en una invitación a trabajar juntos como una verdadera familia espiritual. Quienes escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica están llamados a apoyarse mutuamente. El servicio a los demás, especialmente a los más necesitados, es una forma de vivir esta pertenencia a la familia de Cristo. Aquí, no hay espacio para el egoísmo o la indiferencia; más bien, todos estamos llamados a comprometernos en la construcción de una comunidad que refleje el amor de Dios.
La fraternidad apostólica:
En los movimientos apostólicos, esta reflexión cobra aún más sentido. Las personas que participan de estos movimientos lo hacen movidas por su deseo de seguir más de cerca a Cristo. Ser parte de la familia de Dios implica ser hermano y hermana de todos aquellos que comparten esa misión, sin importar su origen o situación. En el trabajo apostólico, es esencial recordar que, al igual que María y los familiares de Jesús, somos llamados no solo a escuchar la Palabra, sino a actuar en coherencia con ella. Este compromiso se traduce en acciones que beneficien a la comunidad, en la creación de ambientes de apoyo y en la promoción de la justicia y la paz.