El Camino de la Humildad según Jesús: Un Llamado al Servicio

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

El Camino de la Humildad según Jesús: Un Llamado al Servicio

2024-09-22 Humildad en el cristianismo Servicio en la vida cristiana Sin categoría 0

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

Palabra del Señor.

La humildad como puerta de servicio:

El evangelio de san Marcos nos presenta una enseñanza esencial sobre la humildad. Cuando Jesús explica a sus discípulos que será entregado, ellos no entienden y discuten quién de ellos es el mayor. Aquí vemos cómo la humanidad se enfrenta a la tentación de buscar reconocimiento y poder, olvidando que el verdadero camino es el del servicio. En la vida diaria, ya sea en el trabajo, en la familia o en los movimientos apostólicos, el desafío de poner a otros por encima de nuestros intereses personales nos invita a una reflexión profunda: ¿Estamos dispuestos a servir sin buscar recompensa?

El niño como símbolo de sencillez:

Jesús utiliza la imagen de un niño para ejemplificar la actitud correcta. En su tiempo, los niños no tenían estatus ni poder, pero Él los pone en el centro de su enseñanza. Recibiendo a un niño, recibimos a Jesús, y al recibir a Jesús, recibimos a Dios mismo. Esta imagen nos desafía a adoptar la sencillez y la pureza en nuestras acciones. En el ámbito laboral o apostólico, este llamado es claro: debemos actuar con transparencia y honestidad, buscando el bien común antes que el propio beneficio. Ser como niños es vivir en la confianza plena en Dios, confiando en que Él cuida de nosotros mientras servimos a los demás.

El liderazgo en el servicio:

Ser el mayor significa ser el servidor de todos. Jesús redefine lo que significa ser grande. No es quien domina o tiene autoridad, sino quien se entrega al servicio de los demás. En nuestra sociedad, marcada por la competitividad, esta enseñanza es contracultural, pero profundamente liberadora. En los movimientos apostólicos y en nuestras comunidades, el liderazgo debe vivirse desde la humildad y el servicio. El buen líder es aquel que escucha, que se pone al servicio de los otros y que no busca su propio engrandecimiento, sino el crecimiento de aquellos que están bajo su responsabilidad.

El sufrimiento como parte del camino:

En el mismo pasaje, Jesús habla de su pasión y muerte. Sus discípulos no lo comprenden, pero esta es una verdad central en nuestra vida cristiana: el sufrimiento es parte del camino. No como un castigo, sino como una oportunidad de acercarnos más a Dios. Cuando enfrentamos dificultades en nuestro trabajo o en la vida parroquial, debemos recordar que esas pruebas pueden ser oportunidades para crecer en la fe y en el amor al prójimo. Enfrentar los desafíos con una actitud de servicio nos hace más fuertes en el espíritu y más capaces de acompañar a los demás en sus propias dificultades.

La recompensa en el Reino de los Cielos:

Finalmente, Jesús nos recuerda que quien recibe a uno de estos pequeños, en realidad lo está recibiendo a Él. Esto nos indica que cada pequeño gesto de amor, cada acto de servicio, es una semilla que da fruto en el Reino de Dios. A veces, podemos sentir que nuestro esfuerzo es en vano o que no tiene un impacto significativo. Sin embargo, Jesús nos asegura que todo lo que hagamos por los demás, lo estamos haciendo por Él. En la vida diaria, en la parroquia o en los movimientos apostólicos, debemos vivir con la certeza de que Dios ve nuestros esfuerzos y que, al final, seremos recompensados no según los criterios del mundo, sino según el amor infinito de Dios.