Jesús, el Liberador: Un Encuentro que Transforma

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Jesús, el Liberador: Un Encuentro que Transforma

2025-02-03 Fe y testimonio Libertad en Dios Poder de Jesús Sanación Espiritual 0

Lectura del santo evangelio según san Marcos (5,1-20):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?
Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Y le preguntó:
«Cómo te llamas?».
Él respondió:
«Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.
Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Palabra del Señor.

El poder transformador de Jesús:

La lectura del Evangelio según san Marcos (5,1-20) nos presenta el conmovedor relato de un hombre poseído por espíritus impuros en la región de Gerasa. Es un pasaje que ilustra la misericordia y el poder de Jesús para liberar a las personas de las ataduras que les impiden vivir en plenitud. En este relato encontramos una profunda enseñanza sobre la transformación personal, el testimonio de fe y el llamado a compartir el amor de Dios con los demás.

Las cadenas del pasado:

El hombre de Gerasa vivía entre sepulcros, apartado de la sociedad, dominado por fuerzas que lo esclavizaban. Su historia es un reflejo de la realidad de muchas personas que, aunque no están encadenadas físicamente, cargan con ataduras invisibles: heridas emocionales, culpas del pasado, dependencias o temores que los apartan de una vida plena. Jesús llega a su encuentro, sin miedo ni prejuicios, para ofrecerle la verdadera libertad. Esto nos recuerda que no hay situación tan difícil que Dios no pueda transformar.

El poder de la presencia de Jesús:

Ante la autoridad de Jesús, los espíritus impuros se someten y el hombre es liberado. Su restauración es completa: recobra la razón, se viste y puede volver a relacionarse con los demás. Este pasaje nos anima a confiar en la gracia divina, que es capaz de sanar incluso las heridas más profundas. En la vida parroquial y comunitaria, estamos llamados a ser instrumentos de esa sanación, acogiendo a quienes buscan un camino de esperanza y reconciliación.

El testimonio como misión:

Al ser liberado, el hombre desea seguir a Jesús, pero recibe una misión: volver a su casa y contar lo que Dios ha hecho por él. Su historia es una muestra de que el encuentro con el Señor transforma y nos convierte en testigos vivos de su amor. También nosotros, en nuestros trabajos apostólicos y en la vida diaria, debemos compartir nuestra experiencia de fe, no con palabras vacías, sino con una vida que refleje la presencia de Dios en cada acción.

La comunidad como espacio de acogida:

El rechazo de la gente de Gerasa a la presencia de Jesús nos hace reflexionar sobre cómo, a veces, el miedo y la comodidad impiden reconocer la obra de Dios. Como comunidad, debemos estar abiertos a la acción del Espíritu Santo, evitando rechazar o marginar a quienes han sido tocados por el amor divino. La verdadera comunidad cristiana es aquella que acoge, acompaña y celebra la vida nueva que el Señor ofrece a cada persona.

Meditación Diaria:

El pasaje de hoy nos recuerda que Jesús es quien nos libera de todo lo que nos impide vivir en plenitud. A través de su amor, somos llamados a dejar atrás nuestras cargas y a compartir la alegría de su salvación. Así como el hombre de Gerasa fue enviado a dar testimonio, también nosotros tenemos la misión de llevar esperanza a nuestro entorno. Que cada encuentro con Dios nos ayude a crecer en compasión y a ser testigos de su gracia en nuestras comunidades.