Confianza en la Providencia Divina: Reflexión sobre Mateo 17,22-27

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Confianza en la Providencia Divina: Reflexión sobre Mateo 17,22-27

2024-08-12 Fe y Comunidad Sin categoría 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,22-27):

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»

Palabra del Señor.

 

La comprensión del sufrimiento:

En este pasaje del Evangelio, Jesús comparte con sus discípulos la profecía de su pasión y resurrección. El anuncio de su muerte inevitable les causa una profunda tristeza. Este dolor anticipado revela algo esencial sobre nuestra relación con el sufrimiento. En la vida diaria, todos enfrentamos momentos de dolor, ya sea físico, emocional o espiritual. Es común que intentemos evitar o minimizar el sufrimiento, pero este evangelio nos invita a reflexionar sobre su significado. En lugar de verlo como un enemigo, podemos considerarlo una oportunidad para crecer, aprender y acercarnos más a Dios. Cuando entendemos el sufrimiento desde esta perspectiva, comenzamos a vivir con un propósito más profundo, encontrando paz en medio de las tormentas.

La moneda en el pez:

En el relato, Jesús envía a Pedro a pescar un pez que, milagrosamente, tiene una moneda en su boca para pagar el impuesto del templo. Este acto nos enseña sobre la providencia divina y la confianza en Dios. En nuestra vida cotidiana, a menudo nos preocupamos por las necesidades materiales, olvidando que Dios siempre provee para nosotros. Esta historia nos recuerda que, incluso en las circunstancias más inesperadas, Dios está presente y cuidando de nosotros. Debemos aprender a confiar plenamente en su plan, sabiendo que, aunque no siempre comprendamos sus caminos, su amor y su provisión nunca fallan.

La responsabilidad comunitaria:

Jesús podría haber argumentado que, como Hijo de Dios, estaba exento del impuesto del templo. Sin embargo, decide pagar para no escandalizar a los recaudadores y evitar conflictos innecesarios. Esta acción nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad dentro de la comunidad. En nuestras parroquias y movimientos apostólicos, es crucial mantener la paz y la unidad, evitando acciones que puedan dividir o causar daño. Al seguir el ejemplo de Jesús, estamos llamados a actuar con humildad y consideración hacia los demás, priorizando el bien común por encima de nuestros derechos personales. Este compromiso con la comunidad fortalece nuestro testimonio y nos une en la misión de extender el Reino de Dios.

La obediencia y la humildad:

El gesto de Jesús de enviar a Pedro a buscar la moneda también es un ejemplo de obediencia y humildad. Aunque Jesús era consciente de su identidad divina, no usó ese poder para evitar su deber. Esta lección es vital en nuestro servicio a Dios. En el trabajo parroquial y en los movimientos apostólicos, se nos llama a actuar con humildad, recordando que todo lo que hacemos es por amor a Dios y a nuestro prójimo. La verdadera grandeza no radica en ejercer autoridad o exigir privilegios, sino en servir con un corazón dispuesto y humilde, siguiendo el ejemplo de Cristo.

La misión de la iglesia:

Finalmente, este pasaje resalta la misión de la iglesia en el mundo. Así como Jesús pagó el impuesto para no causar tropiezos, la iglesia está llamada a ser un testimonio vivo del amor y la justicia de Dios. Nuestra tarea es anunciar el evangelio con nuestras acciones diarias, siendo un reflejo de Cristo en nuestras comunidades. Esto implica ser sensibles a las necesidades de los demás, actuar con justicia y misericordia, y ser agentes de paz y reconciliación. En nuestras parroquias y movimientos apostólicos, tenemos la responsabilidad de ser luz en medio de la oscuridad, llevando esperanza y amor a todos los que nos rodean.