Conectados a la Fuente: Reflexiones sobre Juan 15,1-8
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Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».Palabra del Señor.
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Introducción: La Vid y los Sarmientos:
El pasaje del Evangelio de hoy nos presenta una metáfora rica y profunda, la de la vid y los sarmientos. En este relato, somos invitados a reflexionar sobre nuestra relación esencial con la fuente de toda vida y crecimiento. Como sarmientos, nuestra conexión con la vid no solo define nuestra supervivencia, sino que determina la calidad y el vigor de los frutos que producimos.
Crecimiento Personal en Comunidad:
En nuestras comunidades parroquiales, cada uno de nosotros actúa como un sarmiento. Estamos unidos no solo entre nosotros, sino, más fundamentalmente, a una fuente central que nutre y sostiene nuestra existencia. Al igual que en una planta, si un sarmiento se separa, pierde su vitalidad y capacidad para florecer. Esta imagen nos invita a valorar y profundizar nuestras conexiones dentro de la comunidad, asegurándonos de que cada miembro se sienta apoyado y alimentado.
Contribución al Trabajo Apostólico:
El llamado a dar frutos se extiende a nuestra participación en los movimientos apostólicos. Los frutos que producimos—sean de bondad, justicia o compasión—atestiguan la salud de nuestra conexión con la fuente de todo bien. En el trabajo apostólico, estos frutos se manifiestan en nuestras acciones y proyectos, que buscan no solo aliviar las necesidades inmediatas sino también construir comunidades más fuertes y resilientes.
Fortaleciendo Nuestros Vínculos Espirituales:
Fortalecer nuestros vínculos espirituales es esencial para nuestro crecimiento personal y comunitario. Este fortalecimiento se logra mediante la oración, la reflexión y la participación activa en la vida de la comunidad y sus sacramentos. A través de estos medios, renovamos y revitalizamos nuestra conexión con la vid, asegurando que nuestro espíritu se mantenga vivo y fecundo.
Reflexión Final: Llamado a la Unidad y el Crecimiento Mutuo:
Concluimos reconociendo que el mensaje de hoy no es solo sobre la supervivencia individual, sino sobre el florecimiento colectivo. En la interconexión de nuestra vida comunitaria y espiritual, encontramos el verdadero significado de nuestra fe y el propósito de nuestra existencia. Estamos llamados a vivir no en aislamiento, sino en una rica y nutritiva red de relaciones que nos permite dar frutos abundantes y duraderos.