Cuando Jesús Te Espera en la Orilla

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Cuando Jesús Te Espera en la Orilla

2025-04-25 Encuentro con Jesús 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-14):

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque rio distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

El cansancio de remar sin rumbo:

A veces, como Pedro y los otros discípulos, nos encontramos remando sin norte, con el corazón cansado y la mente distraída. No es raro sentir que lo que hacemos no rinde fruto: reuniones que se alargan sin acuerdos, jornadas en la parroquia que acaban sin el resultado esperado, esfuerzos comunitarios que parecen no calar en la gente. Pero el evangelio de hoy nos recuerda que incluso en ese aparente fracaso, Jesús se hace presente, a veces desde la orilla, observando en silencio, esperando el momento justo para decirnos: “Echen la red a la derecha.”

Jesús aparece donde menos lo esperas:

Es curioso cómo los discípulos no lo reconocen de inmediato. Algo en su presencia descoloca, no encaja con lo que uno espera. Nos pasa igual. Podemos pasar horas en el templo, en el consejo parroquial, en grupos de oración… y aún así no reconocerlo en el enfermo que nos llama, en el vecino que necesita escucharnos, en el voluntario que llega tarde pero con el corazón dispuesto. Jesús no siempre se manifiesta con esplendor. A menudo, se presenta con la humildad del que prepara el desayuno al amanecer.

Una pesca abundante no siempre es lo que imaginas:

La pesca milagrosa no solo es un símbolo de éxito. También representa obediencia, apertura, humildad para reconocer que solos no podemos. En la vida parroquial, esto se traduce en dejar que el Espíritu inspire decisiones, en escuchar más y controlar menos. En los movimientos apostólicos, implica estar atentos a dónde y cómo echar las redes, incluso si eso significa cambiar la estrategia que siempre “nos ha funcionado”. Jesús no repite fórmulas; Él propone caminos nuevos, con la ternura de quien conoce nuestras luchas y aún así nos invita a confiar.

Volver al fuego con Jesús:

El fuego en la orilla no es solo un detalle pintoresco. Es el símbolo del encuentro, del cuidado, del alimento que reconforta. Jesús no solo nos enseña; nos invita a sentarnos, a comer, a saborear el momento presente. Esa imagen tan íntima nos recuerda que el ministerio no puede estar separado de la humanidad. Que el servicio apostólico sin afecto, sin compartir el pan, se vuelve árido. Que la comunidad se construye también con pescado al fuego y miradas que dicen más que los discursos.

La certeza de saber que es Él:

Juan es quien primero reconoce a Jesús, pero no lo hace desde la lógica, sino desde el corazón. “Es el Señor”, dice, y ese reconocimiento cambia todo. Ojalá aprendamos también a reconocerlo más allá de las apariencias. En el que regresa a la comunidad después de años, en la joven que pregunta con timidez si puede ayudar, en el niño que se acerca a saludar después de misa. Allí también está Jesús, esperando ser descubierto.

Meditación Diaria: El Evangelio de hoy es una invitación a mirar de nuevo la vida con esperanza. Jesús aparece en la orilla de nuestras rutinas, con el desayuno listo y una mirada que nos llama por nombre. No siempre lo reconocemos de inmediato, pero Él está ahí, paciente y constante. Nos enseña que hasta una noche sin pesca tiene sentido si confiamos en su palabra. Volver al fuego con Él nos recuerda que la fe no es solo acción, sino también comunión. En lo sencillo —el pan compartido, una conversación a la orilla del mar— se renueva nuestra vocación y nuestro amor por servir. Hoy es un buen día para dejar que su presencia transforme nuestras jornadas, para escuchar su voz y echar las redes de nuevo, sabiendo que no estamos solos.