Cuando solo Dios te ve: la verdadera recompensa

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Cuando solo Dios te ve: la verdadera recompensa

2025-03-05 Ayuno y limosna Fe auténtica 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Palabra del Señor.

La verdadera recompensa:

En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a reflexionar sobre la autenticidad de nuestras acciones. Nos advierte contra la hipocresía y nos enseña que la oración, el ayuno y la limosna deben ser actos de amor sincero y no de exhibición pública. En un mundo donde la validación externa se ha convertido en una obsesión, este mensaje es más actual que nunca. Es fácil caer en la tentación de buscar reconocimiento por nuestras buenas obras, pero Jesús nos recuerda que lo verdaderamente valioso es lo que hacemos en lo secreto, allí donde solo el Padre puede verlo.

La discreción en la limosna:

El Evangelio nos dice: «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha». Esta frase nos interpela en nuestra relación con la generosidad. En muchas ocasiones, las ayudas van acompañadas de un deseo de ser reconocidos, de recibir un agradecimiento o de mostrar superioridad. Sin embargo, la verdadera caridad se da en el silencio, sin esperar nada a cambio. En nuestras comunidades y movimientos apostólicos, debemos recordar que la entrega genuina no necesita aplausos. Lo importante es que nuestra acción brote del amor y no de la vanidad.

La oración en lo oculto:

Jesús nos invita a entrar en nuestra habitación, cerrar la puerta y orar en lo secreto. No se trata de rechazar la oración comunitaria, sino de enfatizar la necesidad de una relación personal con Dios. En la vida parroquial y en nuestros grupos de apostolado, podemos caer en la rutina de la oración pública sin cultivar un encuentro íntimo con el Señor. Orar en la intimidad nos permite abrir el corazón sin máscaras, sin la presión de las apariencias. Allí, en el silencio, Dios nos habla y nos fortalece para seguir su camino con sinceridad.

El ayuno con alegría:

El ayuno no debe ser motivo de tristeza ni de demostración externa de sacrificio. Jesús nos dice que debemos ungir nuestra cabeza y lavar nuestro rostro para que nadie note que estamos ayunando. Esto nos habla de una disposición interior, de un ayuno que nace del deseo de crecer espiritualmente y no de una búsqueda de admiración. En nuestra vida diaria, podemos practicar un ayuno que vaya más allá de la abstención de alimentos: ayunar del egoísmo, de la impaciencia, del juicio apresurado. Así, el sacrificio se convierte en una ofrenda sincera y en una oportunidad de transformación.

La recompensa del Padre:

En un mundo donde se valora la aprobación externa, Jesús nos recuerda que la verdadera recompensa no viene de los hombres, sino de Dios. En el servicio parroquial y en nuestros apostolados, es fácil desanimarse cuando nuestro esfuerzo no es reconocido. Sin embargo, la clave está en actuar con la certeza de que Dios ve nuestro corazón. Su amor es la mayor recompensa que podemos recibir. Trabajar con esta conciencia nos da paz y nos libera de la necesidad de reconocimiento humano.

Meditación Diaria: El Evangelio de hoy nos invita a vivir nuestra fe con autenticidad. Jesús nos llama a dar con generosidad sin esperar reconocimiento, a orar con sinceridad y a ayunar con alegría. Estas prácticas nos ayudan a fortalecer nuestra relación con Dios y a vivir con mayor coherencia. Cuando hacemos el bien sin buscar aprobación, encontramos una paz profunda, porque sabemos que estamos actuando según la voluntad del Padre. Hoy es un buen día para preguntarnos: ¿En qué áreas de mi vida busco más la mirada de los demás que la de Dios? ¿Cómo puedo hacer de la oración un encuentro sincero con el Señor? Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, en el trabajo, en la parroquia y en la comunidad, crecemos en la verdadera espiritualidad, aquella que se vive en lo oculto y se manifiesta en frutos de amor sincero.