La Gratitud que Sana y Transforma: Reflexión sobre Lucas 17,11-19

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La Gratitud que Sana y Transforma: Reflexión sobre Lucas 17,11-19

2024-11-13 Fe y sanación Gratitud cristiana 0

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

Palabra del Señor.

La Gratitud que Transforma:

En el Evangelio de Lucas, Jesús sana a diez leprosos, pero solo uno regresa para agradecer. Este acto de gratitud es profundo y nos invita a reflexionar sobre nuestra vida diaria. A menudo, pedimos a Dios que intervenga en nuestras dificultades, pero olvidamos agradecer cuando recibimos su ayuda. ¿Cuántas veces somos como los nueve leprosos que, una vez sanados, se alejan sin mirar atrás? El acto de agradecer no solo reconoce la acción divina, sino que transforma nuestro corazón, haciéndonos más conscientes de la presencia de Dios en cada momento de nuestra vida cotidiana.

Reconocer la Mano de Dios en lo Cotidiano:

Jesús estaba en camino a Jerusalén cuando los leprosos lo encontraron, un recordatorio de que la misericordia de Dios nos encuentra en cualquier lugar. En nuestro trabajo parroquial y comunitario, a menudo nos enfrentamos a desafíos, pero también somos testigos de pequeñas bendiciones que, si no prestamos atención, pasan desapercibidas. Reconocer la mano de Dios en lo pequeño —un niño que sonríe, un enfermo que mejora, una oración contestada— es parte de nuestro camino de fe. Al hacerlo, cultivamos una actitud de gratitud que fortalece nuestra relación con Dios y con los demás.

La Fe que Sana y Salva:

Los diez leprosos fueron sanados por su fe, pero solo el samaritano que regresó a dar gracias fue plenamente salvado. La fe nos sana, pero es la gratitud la que nos lleva a una relación más íntima con Dios. En los movimientos apostólicos y en nuestras comunidades, vemos cómo la fe mueve montañas, cómo personas encuentran paz y sentido de vida. Pero la verdadera salvación va más allá de la sanación física; implica un corazón que reconoce a Dios y se inclina en adoración. Es en esta actitud donde encontramos la plenitud del amor divino.

El Testimonio del Extranjero:

Es significativo que el único que regresó a agradecer fuera un samaritano, alguien considerado extranjero y alejado de la fe judía. Esto nos enseña que Dios no hace distinciones. En nuestra parroquia y comunidad, debemos estar dispuestos a acoger a todos, sin importar su origen o situación. A menudo, los que están en los márgenes de la sociedad nos dan lecciones de fe y gratitud que nos inspiran. El testimonio del extranjero nos recuerda que el amor de Dios es inclusivo y que todos estamos llamados a ser testigos de su misericordia, especialmente con los más necesitados.

El Poder de la Gratitud en la Comunidad:

En nuestras comunidades y movimientos, fomentar una cultura de gratitud transforma nuestras relaciones. Cuando agradecemos a nuestros compañeros, líderes y voluntarios, estamos reconociendo el don que son para nosotros. La gratitud crea un ambiente de alegría y paz, permitiendo que las dificultades se enfrenten con esperanza y unidad. Agradecer no es solo un gesto, sino una práctica espiritual que nos acerca al corazón de Jesús. Así como el samaritano fue bendecido por su agradecimiento, también nuestras comunidades son bendecidas cuando reconocemos las maravillas que Dios obra a través de cada uno de sus miembros.

Meditación Diaria:

En el Evangelio de hoy, Jesús nos muestra la importancia de la gratitud como una respuesta natural a la gracia recibida. Los diez leprosos pidieron a Jesús que los sanara y, al hacerlo, obedecieron su mandato de presentarse a los sacerdotes. Pero solo uno regresó, alabando a Dios con un corazón lleno de agradecimiento. Esta meditación nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud ante las bendiciones diarias. ¿Nos tomamos el tiempo para agradecer o damos por sentado los dones que recibimos? Que nuestro corazón sea como el del samaritano, que no solo fue sanado, sino que encontró salvación a través de su fe y gratitud. En nuestra vida diaria, al reconocer las pequeñas y grandes maravillas que Dios hace por nosotros, permitamos que nuestra gratitud se convierta en un testimonio vivo de su amor y misericordia.