El poder del perdón: Reflexiones sobre el Evangelio de Lucas 7,36-50

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El poder del perdón: Reflexiones sobre el Evangelio de Lucas 7,36-50

2024-09-19 Amor de Dios Perdón y Misericordia Transformación Espiritual 0

Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,36-50):

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

Palabra del Señor.

El encuentro transformador con Cristo:

La escena del Evangelio de Lucas (7,36-50) nos muestra uno de los momentos más profundos y reveladores sobre el poder del amor y el perdón. Una mujer pecadora irrumpe en la casa de un fariseo donde Jesús es invitado a cenar. Sin importar la mirada de juicio de los presentes, ella se acerca a Jesús, llora a sus pies y los unge con perfume. Este acto de devoción nos enseña una gran lección para la vida cotidiana: Cristo no se fija en las apariencias ni en las etiquetas que los demás nos colocan, sino que mira lo más profundo de nuestros corazones. Su amor nos invita a acercarnos a Él con humildad, sin miedo al rechazo, pues Él siempre nos recibe con los brazos abiertos.

El perdón como experiencia de liberación:

En la vida diaria, podemos encontrar momentos en los que sentimos que hemos fallado o nos hemos alejado de lo que consideramos correcto. El ejemplo de esta mujer en el Evangelio nos recuerda que siempre hay oportunidad para el perdón. No importa cuán grave haya sido el error, Cristo siempre nos ofrece la posibilidad de reconciliarnos con Él. Para quienes trabajan en la parroquia o están involucrados en movimientos apostólicos, este pasaje es una poderosa llamada a la compasión y el acompañamiento. Debemos ser canales de ese perdón, mostrando a otros que la misericordia de Dios es infinita y siempre está disponible. En nuestra misión, estamos llamados a no juzgar, sino a ser puentes de reconciliación.

La fuerza de un corazón contrito:

La mujer no se acerca a Jesús buscando reconocimiento o aprobación de los fariseos; lo hace porque sabe que Él puede restaurar su vida. Este encuentro nos invita a reflexionar sobre la sinceridad con la que nos acercamos a Dios. ¿Cuántas veces, en nuestras comunidades parroquiales o apostólicas, hacemos actos que buscan la aprobación externa? Jesús no busca actos vacíos de contenido, sino corazones sinceros y humildes. Es un recordatorio de que cada vez que nos arrepentimos verdaderamente, hay una profunda restauración en nuestro interior. En el día a día, tanto en el trabajo en la parroquia como en nuestras actividades apostólicas, debemos buscar cultivar un corazón que se acerque a Dios con transparencia y autenticidad.

La importancia de la misericordia en nuestras relaciones:

El fariseo, en contraste con la mujer, representa una actitud de juicio y condena. Este pasaje nos invita a examinar cómo vemos a los demás. Es fácil caer en la tentación de juzgar a las personas por su pasado o sus errores visibles. Sin embargo, Jesús nos muestra que la verdadera caridad consiste en ver más allá de los defectos y errores, ofreciendo misericordia a quienes nos rodean. En nuestras comunidades parroquiales y movimientos apostólicos, este enfoque es crucial para construir relaciones basadas en el amor y el respeto. No podemos ser efectivos en nuestra misión si no aprendemos a ver a los demás con los ojos de Cristo, que siempre buscan redimir y restaurar, no condenar.

El amor que transforma:

Finalmente, la lección más poderosa de este pasaje es que el amor de Cristo es capaz de transformar cualquier vida. La mujer, a pesar de su pasado, experimenta una renovación completa porque ha sido amada y perdonada. En nuestras vidas, tanto en lo personal como en nuestra labor en la parroquia o movimientos apostólicos, debemos recordar que el amor tiene un poder inmenso para cambiar el curso de las cosas. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a ser portadores de ese amor. En cada gesto, palabra y acción, debemos transmitir la certeza de que, sin importar las circunstancias, el amor de Dios puede renovar todo a su paso.