Llamados a la Misión: Reflexión sobre Mateo 10,1-7

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

Llamados a la Misión: Reflexión sobre Mateo 10,1-7

2024-07-10 Servicio y compasión 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,1-7):

En aquel tiempo, Jesús llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»

Palabra de Dios.

Llamados a la misión:

La lectura del santo evangelio según san Mateo (10,1-7) nos presenta un momento crucial en la vida de los discípulos: Jesús les otorga autoridad y los envía a proclamar el Reino de los Cielos. Este pasaje nos recuerda la importancia de nuestra misión en la vida diaria. Al igual que los discípulos, estamos llamados a ser testigos de la bondad y el amor de Dios en cada uno de nuestros entornos. Ya sea en el hogar, en el trabajo o en la comunidad, cada acción y palabra debe reflejar los valores del Evangelio, iluminando con nuestra presencia el camino de los demás.

Autoridad y servicio:

Jesús no solo envía a los discípulos, sino que también les da poder para sanar y expulsar espíritus impuros. Esta autoridad no es para exaltarse, sino para servir. En nuestras vidas, esta enseñanza se traduce en la responsabilidad de usar nuestros talentos y habilidades para el bien común. En la parroquia y en los movimientos apostólicos, el servicio desinteresado es un pilar fundamental. Al ayudar a los necesitados, consolando a los afligidos y promoviendo la justicia, estamos cumpliendo con el mandato de Cristo de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

La cercanía con el Reino de los Cielos:

Jesús les pide a los discípulos que proclamen que “el Reino de los Cielos está cerca”. Este mensaje es un recordatorio constante de la presencia de Dios en nuestras vidas. En el día a día, podemos encontrar signos del Reino en los actos de bondad, en la solidaridad y en la búsqueda de la verdad. Cada pequeño gesto de amor y compasión es una señal de que el Reino de Dios está entre nosotros. En nuestras comunidades, promover una cultura de encuentro y acogida nos acerca más a esta realidad divina.

Misión en la cotidianidad:

La misión no es una tarea reservada para unos pocos, sino un llamado universal. En el ámbito laboral, podemos ser testimonios vivos del Evangelio al actuar con integridad, respeto y compasión. En el hogar, educar a nuestros hijos en la fe y fomentar un ambiente de amor y comprensión refleja la presencia de Dios. En la parroquia, participar activamente y colaborar en las diversas actividades apostólicas fortalece el tejido comunitario y enriquece nuestra experiencia de fe.

Vivir el evangelio con alegría:

Finalmente, vivir el Evangelio implica hacerlo con alegría y esperanza. A pesar de las dificultades y desafíos, la certeza del amor de Dios nos llena de una alegría profunda que debe ser compartida. En nuestras parroquias y movimientos, es vital transmitir este entusiasmo, motivando a otros a unirse a la misión y a descubrir la alegría de seguir a Cristo. La alegría es contagiosa y puede transformar corazones, invitando a muchos a experimentar la cercanía del Reino de los Cielos.