La Transformación de la Duda en Fe: Reflexión sobre Juan 20,24-29

Ayudemos a Manuel Mano Galarza

La Transformación de la Duda en Fe: Reflexión sobre Juan 20,24-29

2024-07-03 Fe y Confianza 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,24-29):

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Palabra del Señor.

La duda de Tomás:

La lectura del Evangelio según San Juan (20,24-29) nos presenta a Tomás, uno de los discípulos, quien se encontraba ausente cuando Jesús se apareció a los otros discípulos después de su resurrección. La duda de Tomás al escuchar que Jesús había resucitado nos ofrece una lección valiosa sobre la fe y la confianza. Muchas veces en nuestra vida diaria, ya sea en el hogar, en el trabajo o en nuestra comunidad, nos encontramos con situaciones que desafían nuestra fe y nos llenan de dudas. Es en estos momentos cuando debemos recordar que la fe no siempre requiere de pruebas tangibles; a veces, se trata de confiar en la experiencia y el testimonio de quienes nos rodean.

La aparición de Jesús:

Cuando Jesús se apareció nuevamente a los discípulos, esta vez con Tomás presente, no lo reprendió por su incredulidad. En cambio, le ofreció la oportunidad de tocar sus heridas y creer. Este acto de misericordia y comprensión nos enseña a ser pacientes y compasivos con aquellos que luchan con su fe. En nuestro trabajo en la parroquia y en los movimientos apostólicos, debemos seguir el ejemplo de Jesús, ofreciendo apoyo y comprensión a aquellos que dudan, en lugar de juzgarlos. La fe se fortalece con la comunidad y el amor incondicional.

La respuesta de Tomás:

La respuesta de Tomás, “¡Señor mío y Dios mío!”, nos muestra la transformación que puede ocurrir cuando permitimos que nuestras dudas se encuentren con la verdad de Cristo. Esta declaración de fe no solo es un reconocimiento de la divinidad de Jesús, sino también una afirmación personal de entrega y confianza. En nuestra vida diaria, debemos buscar momentos de encuentro con Cristo que nos permitan fortalecer nuestra fe y declarar con convicción nuestra entrega a su voluntad. Estos encuentros pueden ser a través de la oración, la reflexión bíblica o el servicio a los demás.

La bienaventuranza de la fe:

Jesús le dijo a Tomás: “¿Porque me has visto, has creído? Bienaventurados los que no han visto y han creído”. Esta bienaventuranza es una llamada a todos nosotros, que no hemos visto a Jesús en persona, pero creemos en su presencia y obra. En nuestras actividades diarias, en el trabajo parroquial y en los movimientos apostólicos, debemos recordar que nuestra fe es un regalo que nos impulsa a vivir según los principios del Evangelio. Esta fe nos da la fuerza para enfrentar los desafíos con esperanza y amor, sabiendo que estamos bienaventurados por creer sin haber visto.

Aplicación práctica:

La historia de Tomás y su encuentro con Jesús nos brinda una guía práctica para nuestra vida diaria. Nos invita a ser pacientes con nosotros mismos y con los demás en momentos de duda, a buscar activamente encuentros con Cristo y a vivir nuestra fe con convicción y alegría. En el trabajo parroquial, podemos organizar encuentros y actividades que fortalezcan la fe de nuestra comunidad, ofreciendo espacios de reflexión, oración y testimonio. En los movimientos apostólicos, podemos inspirar a otros a vivir su fe de manera activa y comprometida, siguiendo el ejemplo de Tomás y su declaración de fe.