La Justicia del Corazón: Reflexión sobre Mateo 5,20-26

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La Justicia del Corazón: Reflexión sobre Mateo 5,20-26

2024-06-13 Reconciliación y Perdón 0

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No matarás», y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»

Palabra del Señor.

La Justicia que supera la de los fariseos:

En el pasaje de Mateo 5,20-26, Jesús nos invita a mirar más allá de las apariencias y las prácticas externas de la ley. No se trata solo de cumplir normas, sino de vivir una justicia que nace del corazón. En nuestra vida diaria, esto implica actuar con integridad y autenticidad, tanto en el hogar como en el trabajo. No basta con evitar actos visibles de injusticia; debemos cultivar una conciencia limpia y una disposición constante a hacer el bien. Esta profundidad en nuestra justicia nos llama a ser ejemplo en nuestras comunidades, inspirando a otros a vivir con rectitud y sinceridad.

Reconciliación antes del sacrificio:

Jesús nos recuerda que la reconciliación con nuestros hermanos es prioritaria, incluso antes de ofrecer nuestras ofrendas a Dios. Esto nos enseña que nuestras relaciones humanas afectan nuestra relación con el Creador. En la parroquia, este principio es fundamental. Antes de participar en la Eucaristía o cualquier actividad apostólica, debemos asegurarnos de estar en paz con los demás. Esto no solo fortalece nuestra comunidad de fe, sino que también nos prepara para recibir los sacramentos con un corazón puro. La verdadera adoración comienza con la reconciliación y la unidad entre hermanos.

La importancia de resolver los conflictos rápidamente:

Jesús nos aconseja resolver los conflictos sin demora. En la vida parroquial y en los movimientos apostólicos, los desacuerdos pueden surgir. Es crucial abordar estos problemas de manera rápida y con espíritu de amor y comprensión. Postergar la resolución de conflictos puede llevar a resentimientos y divisiones que perjudican la misión evangelizadora. Al enfrentar los problemas de inmediato, mostramos nuestro compromiso con la paz y el amor fraternal, construyendo una comunidad más unida y fuerte.

La raíz del enojo:

Jesús compara el enojo con el asesinato, destacando la gravedad de mantener sentimientos negativos hacia los demás. En nuestra vida diaria, debemos ser conscientes de cómo el enojo y el resentimiento pueden corroer nuestras relaciones y nuestro bienestar espiritual. En la parroquia, esto significa fomentar un ambiente de perdón y comprensión, donde los conflictos se resuelven con diálogo y compasión. Al trabajar en los movimientos apostólicos, debemos recordar que nuestra misión es reflejar el amor de Cristo, lo cual solo es posible si dejamos de lado el enojo y abrazamos el perdón.

El poder del perdón:

Perdonar no es fácil, pero es esencial para vivir plenamente el mensaje de Jesús. En nuestras familias, en el trabajo y en la comunidad parroquial, el perdón libera y transforma. Nos permite avanzar sin el peso del pasado y nos abre a nuevas posibilidades de amor y servicio. En los movimientos apostólicos, el perdón es un testimonio poderoso del amor de Dios. Al perdonar, demostramos la profundidad de nuestra fe y nuestra confianza en la misericordia divina. Esto no solo sana nuestras heridas personales, sino que también fortalece la cohesión y el propósito de nuestras comunidades.