La Unidad en la Diversidad: Reflexiones del Evangelio de Juan

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La Unidad en la Diversidad: Reflexiones del Evangelio de Juan

2024-05-15 Alegría en el Servicio Misión Apostólica Protección Divina Santificación Unidad Cristiana 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»

Palabra del Señor.

La Unidad en la Diversidad:

En el Evangelio de Juan, Jesús ruega al Padre por la unidad de sus discípulos: “Para que sean uno, como nosotros somos uno”. Esta petición resuena profundamente en nuestra vida diaria. En un mundo lleno de divisiones y conflictos, la unidad no significa uniformidad, sino la celebración de nuestra diversidad bajo un propósito común. En nuestras parroquias y movimientos apostólicos, debemos esforzarnos por fomentar un ambiente donde cada individuo se sienta valorado y escuchado. La unidad en la diversidad nos llama a reconocer y respetar las diferencias, trabajando juntos hacia metas compartidas, reflejando así la unidad divina que Jesús nos muestra.

La Protección Divina:

Jesús también pide al Padre que proteja a sus discípulos del mal. Esta protección divina es un recordatorio constante de la presencia y el cuidado de Dios en nuestras vidas. En nuestras labores diarias, enfrentamos desafíos y tentaciones que pueden desviarnos del camino. Sin embargo, confiar en la protección de Dios nos da la fortaleza para resistir y perseverar. En nuestras comunidades parroquiales y apostólicas, debemos ser guardianes unos de otros, apoyándonos mutuamente y recordando que no estamos solos en nuestras luchas. Esta solidaridad nos fortifica y nos mantiene firmes en la misión que Dios nos ha encomendado.

La Santificación en la Verdad:

Jesús pide al Padre que santifique a sus discípulos en la verdad. La verdad, según el Evangelio, no es simplemente un concepto abstracto, sino una realidad viva encarnada en Cristo. En nuestro trabajo parroquial y en los movimientos apostólicos, la santificación en la verdad implica vivir de acuerdo con los valores del Evangelio, ser testigos auténticos de la fe y actuar con integridad y honestidad. La verdad nos libera y nos guía, proporcionando un fundamento sólido para nuestras acciones y decisiones. Al buscar la verdad en cada aspecto de nuestra vida, nos acercamos más a Dios y reflejamos su luz en el mundo.

La Misión en el Mundo:

Jesús envía a sus discípulos al mundo, no para ser parte de él, sino para transformarlo con su amor y su mensaje. Este envío nos desafía a salir de nuestra zona de confort y a ser agentes de cambio en nuestra sociedad. En nuestra vida diaria y en nuestro trabajo parroquial, estamos llamados a ser misioneros, llevando el Evangelio a todos los rincones del mundo. Esto implica un compromiso activo con la justicia, la paz y la caridad. En los movimientos apostólicos, debemos ser ejemplos vivos del amor de Cristo, trabajando incansablemente por el bien común y por la dignidad de cada persona.

La Alegría en el Servicio:

Jesús desea que su alegría esté en nosotros y que nuestra alegría sea completa. Esta alegría no es superficial, sino profunda y duradera, nacida del servicio y del amor. En nuestras parroquias y movimientos apostólicos, debemos cultivar una cultura de servicio, donde cada acción esté impregnada de amor y generosidad. La alegría que proviene de servir a los demás es un testimonio poderoso de la presencia de Dios en nuestras vidas. Al vivir con alegría, irradiamos esperanza y motivamos a otros a unirse a nuestra misión, creando una comunidad vibrante y llena de vida.

La Oración como Fuente de Fortaleza:

En su oración, Jesús nos muestra la importancia de la comunicación constante con el Padre. La oración es la fuente de nuestra fortaleza y guía en nuestra misión. En nuestra vida diaria, debemos hacer espacio para la oración, buscando en ella la sabiduría y el discernimiento necesarios para enfrentar los desafíos. En el trabajo parroquial y en los movimientos apostólicos, la oración comunitaria nos une y nos fortalece, recordándonos que nuestra labor no es solo humana, sino divina. La oración nos conecta con Dios y con nuestros hermanos y hermanas, renovando nuestro compromiso y dándonos la energía para seguir adelante.

La Fidelidad a la Palabra:

Finalmente, Jesús nos llama a ser fieles a su palabra. Esta fidelidad no es estática, sino dinámica, manifestándose en cada acción y decisión que tomamos. En nuestras vidas y en nuestro trabajo parroquial, debemos ser constantes en nuestro compromiso con el Evangelio, adaptándonos a las circunstancias sin perder de vista nuestros principios. En los movimientos apostólicos, la fidelidad a la palabra de Dios se refleja en nuestro testimonio y en nuestra capacidad de inspirar a otros a seguir a Cristo. Ser fieles a la palabra nos da una dirección clara y nos mantiene centrados en nuestra misión.