Alimento Eterno: Reflexiones sobre Juan 6:30-35

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Alimento Eterno: Reflexiones sobre Juan 6:30-35

2024-04-16 Espiritualidad Fe y Comunidad 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,30-35):

En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Palabra del Señor.

Alimento que perdura:

En el pasaje de Juan 6:30-35, se nos presenta una conversación trascendental donde se cuestiona la autoridad y el poder de los milagros como signo de legitimidad divina. El interlocutor pide un signo, como el maná que recibieron sus antepasados, para poder creer. Sin embargo, la respuesta que reciben va más allá de una mera demostración de poder; se les ofrece el "pan de vida", un sustento no solo para el cuerpo, sino también para el alma.

Este diálogo nos invita a reflexionar sobre lo que verdaderamente sustenta nuestra vida. En la cotidianidad, a menudo buscamos satisfacer nuestras necesidades inmediatas, olvidando aquello que nos ofrece nutrición eterna. En nuestra labor diaria, es fundamental recordar y compartir que, más allá de los bienes materiales, existe un alimento espiritual que nos sostiene en los desafíos y nos fortalece en nuestra jornada.

Signos de creencia:

El requerimiento de signos para creer no es ajeno a nuestra naturaleza humana. Muchas veces, en nuestra comunidad y en nuestros movimientos apostólicos, encontramos personas que buscan pruebas tangibles de fe, algo que las toque directamente para poder creer. Sin embargo, el pasaje nos enseña que la verdadera fe va más allá de los signos visibles; reside en la confianza y en la convicción en las promesas que se nos han hecho.

Es nuestra responsabilidad, entonces, guiar a otros no solo hacia la búsqueda de milagros, sino hacia la comprensión y aceptación del pan de vida como fuente de vida eterna. Este enfoque nos permite cultivar una fe más profunda y significativa, que no depende únicamente de lo extraordinario, sino que encuentra lo sagrado en lo ordinario.

Nuestra misión cotidiana:

El texto evangélico resalta la importancia de la provisión divina, que se manifiesta de manera constante y generosa. Esta enseñanza es crucial en nuestro trabajo dentro de la parroquia y los movimientos apostólicos. Al igual que se prometió el pan de vida, nosotros estamos llamados a ser instrumentos de esa provisión para los demás, a través de nuestras palabras, acciones y el amor que compartimos.

En nuestra misión cotidiana, enfrentamos numerosos desafíos y a menudo nos sentimos abrumados por las necesidades de nuestra comunidad. Sin embargo, el pasaje nos recuerda que no estamos solos en esta tarea; somos canales de la generosidad divina, y a través de nuestro servicio, podemos brindar a otros no solo ayuda material, sino también espiritual.

Vivir el Evangelio hoy:

Finalmente, vivir según este pasaje del Evangelio implica una invitación a renovar nuestra fe y a profundizar nuestra comprensión de lo que significa ser proveedores del pan de vida. Cada día nos ofrece nuevas oportunidades para ser testimonio del amor y la compasión divina. Al nutrirnos de este pan que no perece, estamos más equipados para enfrentar los retos de la vida y para ayudar a otros a hacer lo mismo.

Este enfoque integral no solo enriquece nuestra vida personal, sino que fortalece nuestra comunidad, haciéndola un reflejo del amor incondicional que se nos ha prometido. Así, cada paso que damos, guiados por este mensaje, se convierte en una manifestación palpable del reino que estamos llamados a construir.