Encuentros Transformadores: Reflexiones sobre Juan 20,11-18

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Encuentros Transformadores: Reflexiones sobre Juan 20,11-18

2024-04-02 Encuentro Personal 0

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Palabra del Señor.

Introducción:

En las sagradas escrituras, encontramos pasajes que iluminan nuestro camino, ofreciéndonos luz en momentos de oscuridad y confusión. Uno de estos textos es el relato de Juan (20,11-18), donde María Magdalena se encuentra con el Resucitado. Este encuentro no solo transforma su vida sino que también nos invita a reflexionar sobre nuestra propia jornada espiritual.

El Encuentro que Transforma:

María Magdalena, en su dolor y tristeza, busca a su Señor en el sepulcro. Su encuentro con Jesús resucitado es un momento de profunda transformación personal. En nuestras vidas, a menudo buscamos respuestas en lugares vacíos, olvidando que es en el encuentro personal con lo divino donde realmente encontramos consuelo y dirección. En el trabajo parroquial y los movimientos apostólicos, somos llamados a ser facilitadores de estos encuentros transformadores, guiando a otros hacia su propia experiencia de fe y conversión.

La Importancia de la Escucha Activa:

Jesús se dirige a María por su nombre, mostrando la importancia de la relación personal y la escucha activa. En nuestra labor, es esencial escuchar con el corazón, reconociendo a cada persona como un ser único amado por Dios. Esta actitud de escucha nos permite ser verdaderos acompañantes en el camino espiritual de los demás, especialmente en momentos de dificultad y duda.

La Misión de Compartir la Buena Nueva:

Tras su encuentro con Jesús, María Magdalena se convierte en mensajera de la esperanza, compartiendo la buena nueva de la Resurrección. De igual manera, estamos llamados a ser testigos de la fe, llevando el mensaje de amor, esperanza y misericordia a todos los rincones de nuestra comunidad. En el trabajo parroquial y los movimientos apostólicos, esta misión se traduce en acciones concretas de evangelización y servicio, buscando siempre reflejar el rostro compasivo de Cristo.

El Valor de la Comunidad:

El relato también nos recuerda el valor de la comunidad en nuestro camino espiritual. María Magdalena no guarda para sí la experiencia del encuentro, sino que corre a compartirla con los discípulos. En nuestra vida diaria, la comunidad de fe es un soporte esencial, un lugar donde podemos crecer, compartir nuestras cargas y celebrar juntos la presencia de Dios en nuestras vidas.

Conclusión:

El pasaje de Juan (20,11-18) nos invita a reflexionar sobre nuestra propia búsqueda de sentido y encuentro con lo divino. Nos recuerda la importancia de la escucha, la comunidad y la misión compartida de llevar la luz de Cristo al mundo. En nuestra labor diaria, sea en la parroquia o en los movimientos apostólicos, somos llamados a ser signos vivos de esperanza, facilitando encuentros transformadores con el amor de Dios.